Los que me conocen un poco saben
que siempre ando sumergida en la placentera aventura de leer. Los que me
conocen algo más saben que es una mujer la que encabeza la lista de mis
escritores preferidos. Sí, algunos en esta tercera línea ya sabréis de quién se
trata. En la mente de algunos ya estará resonando el nombre de Julia Navarro.
Aunque Clark piense que es Julia Romero u Otero, el pobre mezcla mis ídolas, para
formar un nombre nuevo.
Ayer Julia Navarro, mi escritora
preferida –o top, como prefieran-, presentaba su último libro en mi Ciudad
preferida, que es la mía, que es Toledo. Ayer yo tenía una cita en el Álcazar,
un emplazamiento de lujo para recibir a una persona de excepción.
No es esta la primera vez que escribode Julia Navarro, también puedo asegurar que no será la última. Lo cierto es
que ya tocaba, se lo debía, me lo debía, puede que os lo debiera, eso ya lo
dejo a vuestra elección.
Ahora os contaré mi historia con
Julia, mi narradora de historias preferida. La genia de mi mesilla. La creadora
de acompañantes.
Conocí a Julia en mi primer año
de Universidad. Conocí a esa Julia periodista, ejemplo del buen periodismo, del
periodismo de verdad, que en mi opinión dista mucho del actual. Comencé a leer
sus artículos, sus ensayos, sus crónicas… ¡Guau! Era una maestra de la palabra.
Una maestra del periodismo, mundo al que ella llegó por casualidad para
posteriormente triunfar. Ella misma dice que a todo lo que le ha salido bien ha
llegado por casualidad… Debe ser que como yo al periodismo llegué después de
soñarlo mucho y fuerte desde muy pequeña, y no hubo nada de casual en ese desembarque,
estoy condenada a este navegar al a deriva y quién sabe si al naufragio.
Durante los siguientes años de carrera
continué leyendo a Julia y a sus coetáneas. Periodistas de raza. Mujeres en
tierra de hombres. Fue por aquellos años cuando Julia decidió –un verano, en
una playa, en una situación de desesperación- coquetear con la novela. Un
obituario daba el pistoletazo de salida a otra carrera de éxito. Otra vez la
casualidad. Otra vez el éxito.
Y aquella niña que soñó desde pequeña
y muy fuerte con ser bailarina. Aquella chica que quiso ser química –como mi hermana-
sin tener ni idea de matemáticas –como servidora-. Aquella madrileña que
contribuyó a hacer del periodismo un lugar mejor. Aquella maestra de la pluma
tuvo a bien deleitarnos con sus novelas.
Y aquella maestra, que va a más, visitaba
ayer la Ciudad Imperial, esa que aparece en “Dispara, yo ya estoy muerto” su
última obra de arte, porque para mí sus libros son eso, o incluso algo mejor.
Llenazo para recibir a la
escritora. Por casualidad cuando llegamos sólo había dos sillas vacías. Las
nuestras. Al fondo, gente de pie. Mujeres, muchas mujeres. Julia se hizo esperar.
15 minutos más o menos. Pero la espera, mereció la pena. Mucho. Y más.
¿Alguna vez habéis sentido que se
para el tiempo? El mío se para cuando Julia habla –por temas de amor también,
pero eso ya es para otro post-. Me atrevo a decir que nunca he tenido el placer
y el privilegio de escuchar a alguien que hable tan bien. El discurso de Julia,
natural y lleno de sabiduría, y de haberlo vivido para contarlo, engancha más
que sus libros aún. Es genial cuando todo lo que habla una persona te interesa.
Cuando cada palabra que sale de su boca, aunque sea para contar la nada de la
que ella habla, te deja a ti con la tuya abierta.
Habló de su última novela, “una
novela de personajes”. Personajes que cuentan una historia, la suya, la
historia de las personas. Una novela que “reflexiona sobre la lucha del hombre
contra sus propias circunstancias”. Una novela para acercar dos mundos
distantes. Una novela de amistad y esperanza. Una novela que no deja
indiferente. Una novela que sin pretenderlo a mi me ha hecho entender –por fin-
el conflicto árabe-israelí. Una novela que no habla de buenos ni malos, sino de
corazones, situaciones, circunstancias, religiones y otros despropósitos, que
como la propia Julia dice, no han sido elegidas, vienen en el pack.
También habló de su transición
del periodismo –del de verdad, del de estar al pie de la noticia- a la novela.
De esa casualidad de la que os he hablado antes. De su mala relación con las
Nuevas Tecnologías. De su libertad a la hora de escribir. De su hijo Álex. De
que ya está escribiendo su próxima novela, su próxima obra de arte. Del Toledo
Sefardí. De sefarditas que aman Toledo, aún sin conocerlo. De sefarditas que
aman España, cuando aquí dentro la odian. Se libró con gracia y educación del
examen político que un sirio le quiso hacer. Ella había venido a hablar de su
libro. Pero no a lo Francisco Umbral. Aplausos.
Y ella, que había venido a hablar
de su libro, sin saberlo, a mi me hablo de muchas cosas más. Y la escucharía
una y mil veces contando lo mismo y no me cansaría. Julia es mágica. Como si no
hubiese podido crear personajes que también lo son, como el de la inolvidable
Amelia Garayoa o lugares mágicos como el de la “Huerta de la Esperanza”…
No sé si a estas alturas del post
os habré convencido o no de leer a Julia. Espero que sí. Por vuestro bien. Para
que leáis historias de las de verdad. De las que se idean desde el corazón sin
que intervenga la razón. Historias que enganchan. Historias de casi 1000
páginas que se te hacen cortas. Historias que te hacen viajar y te hacen soñar.
Que te hacen reír, que te hacen llorar. Historias que te remueven por dentro.
Historias que te harán esperar más historias. Historias por obra y gracia de Julia
Navarro, GRACIAS MAESTRA.
Librerías Taiga, Hojablanca, Gómez-Menor y Merlín
Y vosotros, sí vosotros, no olvidéis que “la aventura de
leer, es siempre un refugio maravilloso”
Chin, chin
Fotos de la Página Oficial de Julia Navarro en Facebook y de ABC Toledo
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