Lejos de realidades de película, insisto en que la situación que vivimos la juventud sobrepasa cualquier guión que pueda crear la industria de Hollywood. La abajo firmante se ríe -por no llorar- cada vez que recibe un email de El País. No os penséis que soy tan importante. No. El gigante informativo se dirige a mí para "buscarme trabajo". No es cuento, que es verdad. Imposible acceder como profesional a cualquiera de sus múltiples publicaciones, incluida la revista musical Rolling Stone, donde me encantaría trabajar. De toda la vida.
Me hace mucha gracia ese concepto, El Concepto, que tienen esos tipos, acomodados, demasiado acomodados, sobre los jóvenes actuales. Miento. No me río. Esto me espanta casi tanto como el traje de llamas que viste Enrique Bunbury. "Pretender la estabilidad laboral es aburrido", dicen. Sí, yo me lo paso fenomenal buscando un trabajo que no existe. Porque no nos engañemos: no existe. Es una utopía, una leyenda urbana, como El Ratoncito Pérez o como Los Reyes Magos. ¿Oiremos eso de "los políticos son los padres", ahora? Lo mismo sí, puestos a tener morro y echar las culpas al vecino...
A día de hoy, empezando a salir del cascarón, uno de los valores más anhelados, tanto por mi parte, como por la de cualquier otra persona joven, es
conseguir un mínimo de estabilidad sobre la que cimentar las bases de la que podrá ser una vida independiente. Y surgió justamente la palabra: independencia; que crece -o por lo menos debería hacerlo- en valores totalmente proporcionales a la palabra "estabilidad". Esto es, señores Políticos: a mayor estabilidad, mayores posibilidades de libertad (Nota mental: definir "libertad" para aunar criterios y no llegar a confusiones como aquella de la emancipación a los 40, por ejemplo).
Con todo esto pienso que lo único que consiguen, es un mundo gris. Los jóvenes perdemos la frescura, ganas, implicación. ¿Para qué? Para nada. Tanto esfuerzo, tantísimos años de estudio. Para nada. Formación óptima, impecable. Empleo cualificado, imposible. Bien remunerado, utopía. Seguiré viviendo la paradoja de El País.
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