martes, 13 de marzo de 2012

Aprender a Aprehender



Sí, se que llevo mucho tiempo sin pasarme por aquí. Sí, se que os prometí una segunda parte de hijos tróspidos. Pero donde dije digo, digo Diego, y hoy, en mi segundo martes tróspido del mes de marzo me apeo por momentos del barco de la educación en el que más que navegar, naufrago, para volver. Para volver, a volver. Como lo he hecho mil veces.

Y me apeo de ese barco a la deriva, para contaros lo que veo. Puede que sea la realidad, o quizá sea mi realidad. Puede ser. Sea lo que sea, lo compartiré con vosotros. 

Las aulas ya no son lo que eran. Ahora incluso la pizarra puede dejar de ser verde y escrita con tiza, para ser digital. Blanco digital. Botones. TIC’s. Ya no hay que buscar el quid de la cuestión, basta con hacer clic para encontrar la solución. 

Una pena que para solucionar el problema de la educación no baste con pulsar el ratón. No hay F5 para actualizar, no hay una flecha que nos permite deshacer, no hay un supr para proceder al DELETE. Y esto, ¿Quién lo arregla?

¿De dónde viene tanta rabia? ¿De dónde ese no querer estar? Ni querer, ni saber. Ni apreciar. Mucho menos valorar. Olvidémonos de la ilusión. Ya pocos son los agradecidos. Menos los que se sienten afortunados. Porque lo son… ¿Sí o no?


Yo no recuerdo si quería estar. Tampoco si sabía. Pero hoy afirmo, que aprecié. Y mucho. Que valoré. Que no me ilusioné, porque me ilusionaron. Que si no agradecí, hoy aquí, y por escrito lo hago. Y también puedo asegurar, que me sentí afortunada. Muy afortunada. Y en ese estado de fortuna en el que aún a día de hoy me hallo, no puedo hacer otra cosa sino sentir pena por aquellos, que son ellos (y ellas, disculpen las Leires y Aidos), que son muchos, que ni aprecian, ni valoran, ni agradecen, ni se ilusionan. Porque están rechazando sentirse afortunados, en tiempos en los que la fortuna, viaja escasa en camiones amarillos de letras negras. 

Y escribiendo esto recuerdo a Doña Begoña, que me enseñó a dormir. A Doña Vivi, que inventó el desaplauso, que nos mostró el mundo desde sus zapatos de tacón. A Doña Mª Carmen. Supongo que después de 5 años, muy mucho de lo que fui, que es lo que soy, se lo debo a ella. Y a sus cenefas, y a los cuadernos que llevan su apellido.Pero sobre todo a su mirada cómplice. Y entre tantas doñas, también hubo dones, me quedo con los que precedían a Guillermo y Agustín. Y en la ESO, desapareció el don y el doña pronunciado para quedarse a vivir en la mente. Para ser mudo y pensado. Para echar raíces en el subconsciente. Y llegó Silvia, y la admiración. Y llegaron muchos otros, pero a mí me ilusionaron las otras. Y amé la literatura aún más, gracias a Pilar. Y más cosas. Muchas más. Y aprendí contigo, que llegaste desde Sevilla para enseñármelo, que se puede perdonar. Y que ser profesor, es ser algo más. 

A todos los que estuvieron y a los que por suerte están… 

Gracias por la Libertad.

Por enseñarme a volar y a nadar ...

Por ese tesoro ...

A brindar...



Foto: deviantArt.com

1 comentario:

  1. No me puede gustar más y no puedo estar más de acuerdo contigo amiga!

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