jueves, 13 de diciembre de 2012

Relaciones tormentosas: Mi smarfon y yo



La semana pasada os conté que tenía el mundo desordenado. Y sigue así. Y hay una cosa, que influye, y mucho, en el desorden de mi mundo. Mi nuevo móvil. Sí, ahora que estoy viviendo en aquella soñada transición movilítica, por momentos -solo por momentos- echo de menos a mi bluberry. Y mientras la echo de menos, maldigo el día que smarfon porque lo mío no es un smartphone, que me lo dieron en Illescas, de La Sagra, of course, y en La Sagra, habemus smarfons- llegó a mi vida.

Os confesaré un secreto, para que me entendáis mejor, en mis sueños la transición era de mi bluberry a un iPhone, y no uno cualquiera, era el 5, como Chanel . Pero… la i se me iba de presupuesto, y solo me daba para smart. Eso sí, en mi sueño el phone aparecía. Algo es algo. Una parte del sueño se ha cumplido. Seguro que si hubiese esperado, y ayer 12 del 12 de 2012 a las 12 y 12, hubiese pedido un phone con i –latina, como yo- y mi transición hubiese sido 100% la soñada. Pero como cambié de móvil antes del día d, ayer tuve que recurrir a otro sueño. Lo cual no me supuso ningún problema, ya que aunque los sueños, sueños son, yo tengo mil y más. Soy ilusa, por si acaso y por defecto. Y ya que estamos, aprovecho desde aquí, para pedir al señor de los sueños –sea calvo o con pelo-, que me haga pronto mi sueño realidad porque si se acaba el mundo como dicen los mayas, no voy a tener días ni para saborearlo ni para contároslo. Y eso sería un despropósito muy grande.

La cuestión es que hace un mes que smarfon es mi compi, y aún no nos entendemos muy bien. Y hay una serie de cosas que hace que nuestra relación tenga altibajos, y me haga pensar que no llegará a buen puerto. Que no va cuajar, vaya. Lo normal sería que en estos primeros días de andadura conjunta, viviésemos una especie de idilio, típico en el inicio de cualquier relación que se precie. Pero debe ser que mis relaciones son atípicas, porque ni siquiera con Clark tuve un idilio inicial, pero eso ya os lo cuento otro día. 

Mi smarfon esta moldeando mi personalidad a su antojo, ¿qué por qué? Me ha llevado por el mal camino, al oscuro mundo de las adicciones. Sí, soy yonki, lo confieso. Lo confieso más que nada por aquello de que el primer paso para salir de una adicción es reconocer que la tienes. Y yo la tengo. Soy yonki del enchufe. ¿Qué por qué? Porque mi smarfon tiene otra adicción, la de gastar batería, que chupa más que Massiel en un botellón, pero él no lo reconoce. Ni siquiera se ocupa de proporcionarse su sustancia adictiva. Tengo que proporcionarle yo esa electricidad para quitarle el mono, y sumarle rayas a la pila, para que este en verde, huyendo de ese rojo, que emite sonidos desagradables a la vez que el porcentaje disminuye. Sonidos que parecen anunciar el fin del mundo. La cuenta atrás. Perdón, the final countdown, que es más chic y apocalíptico. La cuestión es que ahora tengo un compañero de viaje más a la hora de apatrullar La Sagra, ya sea en mi coche o en el de San Fernando –que son pocas las que se lo pido prestado, para que nos vamos a engañar- el cargador de smarfon. ¿Qué por qué? Pues porque no existe enchufe hembra que se escape de mi cargador macho alfa. Ahora, cuando voy a cualquier sitio, lo primero que hago es un reconocimiento de la zona, en plan James Bond, en busca de enchufes. Y pongo una mirada de tigre, que mis incipientes arrugas me está costando. Es decir, tú me invitas a tu casa, y yo llego y mientras tú me saludas y me preguntas que tal, y me dices que te has comprado ya la lencería roja para la inminente navidad. Mi mente, que es muy sabia, y tiene contratado un mecanismo de defensa súper poderoso, esta traduciendo toda tu conversación cansina -porque lo es, para que nos vamos a engañar- en un ligero mimimimimimimimimimi apenas audible y que para nada entorpece mi importante tarea, que es más bien una misión. Pero no penséis mal, no dejéis de invitarme, que una vez que estamos enchufados, yo al comer y al beber y a lo que surja, y mi cargador a su enchufe, soy la invitada perfecta. O no, eso ya lo tendréis que comprobar. Por ahora tengo ocupado el día 29 y el 22, el resto los tengo libres –guiño, guiño-.

Y una vez confesada la adicción de smarfon, y a la espera de encontrar una especie de Proyecto Móvil, a la que acudir para poner fin a esa mala vida que susodicho lleva, y que como daño colateral me hace llevar, os contaré que hay otro elemento que hace mella en nuestra relación: el teclado táctil.

Y es por ese elemento en particular por lo que echo mucho de menos a mi bluberry. Ella lo tenía. Ese teclado con sus teclitas, pequeñitas, tan monas, con las que yo era la más veloz escribiendo. Y podía marcarme unos speech, que de speech tenían poco porque eran de todo menos breves. Y mientras tanto Clark, me escribía frases sueltas e inconexas que hacían que servidora bufara cual gato negro encrespado –por no usar garnier-.

Ahora, el mundo al revés, o no, lo único que ha cambiado es que ahora yo también me unido a lo de las frases sueltas, pero yo con conexión, que mis neuronas hacen muy bien la sinapsis –a día de hoy, y siempre y cuando no me haya dado a la ingesta masiva de alcohol-. En realidad, ni siquiera me he dado a las frases sueltas, ahora lo reduzco todo a monosílabos. Porque me da uuuuuuuuna pereza taaaaaan grande escribir en la barriga táctil de mi smarfon. Y esto se debe a que la antes sencilla acción de escribir un conjunto de palabras que daban forma a una frase, que podía o no tener sentido, se ha convertido en una acción que requiere la máxima concentración de mi mente privilegiada. Que aún recuerdo con anhelo aquellos días en los que  escribía sin mirar, al igual que voy en bici sin manos. Y no, sigo teniendo dientes, y un paleto descolocaó.  

Y qué decir de su autocorrector. Desde que estoy con smarfon, se un idioma más, el parsel. Aquel que utilizaba Harry Potter para hablar con las serpientes. Pues yo también lo uso, debió en enseñármelo él, porque yo conozco a Harry. Si queréis saber más sobre nuestra relación, os remito a un antiguopost, de un pasado mejor. Lo peor de todo, es que Harry solo utilizaba el pársel con esos reptiles de lengua viperina. y yo lo uso con el resto de mortales conectados al teléfono blanco sobre fondo verde, tengan lengua viperina o no.

Escribiendo todas estas desventuras movilíticas, me he dado cuenta de que en cuanto a relaciones móviles se refiere -no vayamos a generalizar a otros aspectos de esta vida, que es la mía-, he pasado de tener una relación homosexual con mi bluberry, a tener una relación heterosexual con mi smarfon. Se podría decir que soy bisexual EN CUANTO A RELACIONES MÓVILES se refiere.

Por último, aclarar, que no, que garnier no me ha dado ni un euro por insertar su publicidad en este mi blog. Un blog de culto oculto. Pero que si me quiere agradecer de forma monetaria, o billetaria, dicha inserción, decir que mi cuenta corriente está a su entera disposición.

Chunai, china…
Traducción pársel – castellano: Chin, chin…

2 comentarios:

  1. No iPhone porque no iPlata. Con el iPhone explorarás tu lado andrógino, waspy, a ver cómo te va.

    Leí un tweet hace poco que decía: "Mi novia me escribe que no entiende mi mensaje 'Hola de ruta' enviado a las 2am... Corrector, te debo una".

    Tienes ya algún nombre para los seguidores de tu blog oculto de culto?

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  2. Hola Diplopito ... Perdón por el retraso al contestarte ...

    Voy a esperar a los días creativos que me proporciona la Navidad y otros complementos para dar por zanjada la respuesta a tu pregunta ... ya que son varias las posibilidades ... confío en mi yo navideño para escoger la adecuada.

    Por cierto, muy bueno lo de "No iPhone porque no iPlata", además de real... muy real.

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