Hola, FANS. Hoy no pensaba
pasarme por aquí. No me gusta escribir con las manos frías. Quizá debería
escribir de noche, a pesar de que la luna también las tenga. Las manos frías.
Yo es que debo tener el corazón muy caliente. Será por lo de ser latina. Y porque
no uso guantes. Pero me levanté, y horas después observé en el calendario un
número. El 24. Y un mes. Enero. Y también que es jueves, pero eso no tiene nada que ver. La cuestión es que hoy es San Francisco de Sales. Patrón de los
Periodistas. Y yo tengo en casa un papel tamaño DIN-A3 que dice que yo lo soy.
O lo era. Ya no lo sé. El caso es que quiero ser. Si es que esa es la cuestión.
Volvamos mucho tiempo atrás. Cuando llevaba aparato –sí, cierto que no me solucionó nada, pero llevarlo lo
llevé-, tenía flequillo y me creía que ir vestida con pantalones vaqueros,
camisa vaquera y chaqueta vaquera era lo más, y que si encima calzabas unas
zapatillas con luces en el talón de nombre Lelly
Kelly, eras la más IN del lugar.
Yo no quería ser maestra ni peluquera, ni mucho menos veterinaria, ya en
aquella época era latente mi poca querencia hacia la posesión y manipulación de
animales. Yo quería ser periodista. Échenle la culpa a Informe Semanal o a Paco
Lobatón, pero corrían los años 90, cuando servidora puso cimientos a un sueño.
A un gran sueño.
Pasaron los años, mi Real Madrid,
ganó la novena, y yo seguía queriendo ser Periodista. Haciendo grande mí sueño.
Cogiendo altura. Volando alto. Mi sueño viajo de Recas a Villaluenga. En
autobús. Durante 5 años. Era un sueño viajero. Aventurero, como yo. Y cuando mi
andadura por La Sagra del otro lado de la A-42 finalizó, mi sueño estaba más
cerca que nunca. Solo nos separaba la PAU. No, la Rubio no. La de la UCLM. La
Selectividad, PAEG, PAG, o como lo quieran llamar. O no lo quieran llamar,
porque parece que la van a eliminar. El caso es que a mí la PAU me abrió las
puertas de mi sueño de par en par. Y en octubre de 2004 cruzaba las puertas de
la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de
Madrid, por primera vez. Y luego vinieron las miles de veces. Y con ello lo
demás. Todo lo demás. Lo que hacía mi sueño, mejor de lo que lo había soñado.
Lo que me hizo amar la vida muy mucho, primero en esa gran mole de hormigón.
Fría como mis manos, caliente por dentro, como mi corazón. Luego en el edificio
nuevo. De cristal, frágil, como los sueños.
Allí reí, lloré, gané, perdí y fui
feliz. Muy feliz. Ame, a mi manera. Mucho. Y me enamoré. De la vida. De Clark,
solo me podía enamorar en La Sagra. Que es mi hábitat natural, donde solo los
más fuertes sobreviven. Y eso que no soy muy alta. Una suerte que ahora la
comida la puedas encontrar a todas las alturas. A lo que iba, que me desvío del
tema principal que nos compete. Puede que haya mucha gente, que no quiera oír
hablar de la Facultad de Ciencias de la Información, de una Facultad que yo
digo mía. Pero yo adoro ese lugar, un sitio que solo me trajo cosas buenas.
Cosas que otros, o quizá yo misma llegamos a estropear. Y cada vez que paso por
delante de ella, se me vidria la mirada, y volvería atrás, y volvería a
matricularme en Periodismo en mi Facultad. Y volvería a ser taaaaaaan feliz.
Pero me queda el recuerdo, y la satisfacción de tener la posibilidad de
revivir. De volver a volver. Como he hecho mil veces. Que yo de allí no me he
ido. Ni me iré, mientras me quede la suerte de recordar.
Cuando dejé físicamente la
Facultad atrás y me dieron ese papel que dice que soy Licenciada en Periodismo,
y que quedaría fantástico en mi despacho de diseño, en caso de tenerlo, volví a
la realidad. Cruda sí. Y descubrí que mi sueño ya no me alcanzaba. Que quedaba
en standby, suspendido en el aire
como los dientes de león. Que no había bastado con soñar alto. Ni fuerte. Ni
que el sueño fuese recurrente. Nada bastaba. Nada basta. Suma y sigue.
Y aquí sigo yo, esperando una
oportunidad. Que se hace mucho esperar. Pero no me rindo. Sigo soñando. Aunque tropiece con el suelo. Porque
sino… que me queda. No puedo echar a perder un sueño tan avanzado y tan genial, y dejarlo
sin un final. No entro a juzgar si el final tiene que ser feliz o no. Los
caminos del señor son inescrutables. Pero tengo derecho a un final. Ya abandone
mi sueño de ir a Hogwarts y ser la compi muggle de Hermione Granger. No estoy
dispuesta a abandonar el de ser Periodista de hecho y por derecho. Mamá, yo no
quiero ser artista, porque ya lo soy, quiero ser Periodista. Oh, mamá. Lalalalalalalalalalalala. Porque,
por si no lo sabéis, porque no me seguís en Twitter, yo soy periodista de
corazón, soñadora de vocación. Y sí, pensáis bien, el puesto de Princesa era
mío, pero Letizia se me adelantó. Y se convirtió en Prinzesa de Asturias, la tierra de Don Pelayo. Y la suya también.
Futura Reina de España. ¿Quién dijo que los periodistas no soñábamos alto? Y a
algunas le alcanza… Porque para terminar el post de hoy, os confesaré un
secreto, yo no quería ser maestra, ni peluquera, ni veterinaria … pero Princesa
…. ¿Quién no sueña con ser Princesa?
Por el PERIODISMO, los PERIODISTAS y la LIBERTAD DE
EXPRESIÓN
Chin, chin …
¡FELIZ DÍA COMPAÑEROS!
Feliz día! Qué buen post! No sabes cómo te entiendo. Yo crucé las puertas de esa facultad en el 95... Y también vi mis sueños derretirse dejando un charquito. Pero lo importante es no dejar de soñar, que eso nunca podrán quitárnoslo. El resto, está por llegar
ResponderEliminarMil besos!
Mae
Muchas felicidades en tu día de periodista Virginia, que un nuevo sueño y una nueva realidad laboral te acompañen.
ResponderEliminarUno más de tus fans!
Muchísimas gracias Maes Cloud y Diplopito. Es gracias a vosotros por lo que no puedo dejar de soñar. A día de hoy soy los únicos pilares que le quedan a mi sueño. MIL GRACIAS!
ResponderEliminarGracias por permitirme volar, gracias por hacerme sonreir.
Vir
Nada qué agradecer Vir, para eso somos tus fans :-)
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