Buenos días. Hoy me he levantado con resaca navideña, aunque en realidad mi resaca propiamente dicha, fue concretamente de Nochebuena, y la sufría el día D, mientras cenaba. Es una sensación muy rara que tu estés sufriendo ya, aquello que algunos están empezando a configurar. Yo soy así, muy como Chenoa, que cuando tú vas, yo vengo.
Eso cuando vengo a tiempo, porque por ejemplo hace dos años atrás –esta frase queda mejor en inglés: “two years ago”, da más glamour a una escena que en ningún momento lo tuvo- llegué al postre de la cena de Nochebuena.
Y ahora imaginaos que sale mi cabeza en una pantalla de plasma de high definition y que yo levanto la vista para arriba con cara de interesante, sí también tendré puestas las gafas para parecer más intelectual, de lo que ya de serie parezco –una que nació para triunfar, pero parece que nadie se da cuenta-. De repente la imagen se vuelve borrosa mientras suena una melodía de campanitas –o de lo que sea la melodía que ponen en las pelis para dar comienzo al recuerdo de alguien- y nos situamos en la Nochebuena del 2009. Esta vez el recuerdo es mío. Y como es mío quiero que suene la canción de Pretty Woman, por lo menos, y sino pues Danza Kuduro. Y sino ya cantaré yo algo.
Mediodía. Clark me recoge en mi Villa y ponemos rumbo a la Ciudad Imperial para asistir a las tradicionales migas. Una vez llegados al lugar, Clark se relaciona con los demás asistentes -mimimimimimi- y yo decido relacionarme con mi fiel amigo a la espera de que vengan los refuerzos. Unos refuerzos que aún se encuentran apatrullando La Sagra, pero que pronto vendrán.
Mientras espero sigo afianzando mi relación con mi amigo. Y ya están aquí, las primas han llegado. Con permiso de Clark. Y como ellas tienen la misma relación con mi fiel amigo que también es el suyo, pues afianzamos en grupo. Estamos socializando, don`t disturb. Comienza a llover, pero no hay problema, tenemos un paraguas tomado prestado en algún punto del lugar.
Anochece en Santa Teresa, es hora de regresar. Próxima parada: Cabañas de la Sagra. Vir vuelve con Clark, los refuerzos van aparte, Sofi Alonso al volante. Sí, llegaron. Sí llegué. Punto de encuentro: La Cerrajería. Villancicos flamencos, sombreros de paja, pelo verde –ah no, que esto está siempre-, chaquetas de cuero, cigarros de liar, fotos de felicidad. Patrocinado por Ron Brugal. Fotos en las que se vislumbra la crónica de un suceso anunciado. Fotos que más tarde serían censuradas. Fotos que quedaran en el recuerdo, en el nuestro, porque aquellos fueron momentos para recordar.
Son las 9. Hora de regresar a cenar. La del pelo verde al volante -por eso de tener una conducción ecológica-. Comenzamos nuestro viaje. Próxima parada: Recas. Diez minutos más tarde, obligada parada en el camino. Y no, no penséis mal, ésta vez con el único con quién teníamos cita era con el barro. Arcilloso y pegajoso. Empieza la supervivencia. Comienza la cuenta atrás. Los móviles empiezan a sonar. Y creo en esta es el momento de presentaros a las demás personas que aparecen en la pantalla de mi recuerdo. Es hora de que os presente a los refuerzos, por entonces, y ahora también:
Eli. La chica responsable con el pelo verde que aprendió a conducir por los caminos. Menos mal. Su tez blanca fue moteada a modo de dálmata por nuestro invitado el barro. De su abrigo, nunca más se supo. Su pelo, no hizo ninguna reacción con el barro y permaneció verde. Su teléfono también sonaba.
Naza. La chica que rápidamente capta cuando nos están faltando el respeto y se lo hace saber al individuo. La chica que se toca el flequillo y resopla para arriba cuando es hora de abortar misión. La chica que lloraba porque no iba a llegar a tiempo a las gambas. Sí, a ella también le sonaba el teléfono.
Sofía. La dueña del coche. La de los adelantamientos fugaces. La que necesitaba toallitas húmedas. La que además del barro, también sufrió las piedras del camino. La que no volverá a sacar el coche en Navidad. Sí, por supuesto que a ella le sonaba el teléfono. En mi recuerdo suena de fondo la frase me van a pelar.
Mary. Mi prima. La conducción agresiva de pelo verde por el camino le provocó un ligero mareo que derivó en aquello que derivan los mareos y que producen que tu rímel siga otro camino del habitual, convirtiéndote en una gótica temporal. La chica que aportó tranquilidad. La que guardó nuestros abrigos. La que no se bajo a empujar. La que no veía ningún problema en llegar más tarde a cenar. No, a ella no la llamaba nadie.
Y por último Vir, que es servidora, la que teclea su recuerdo. La que teclea los momentos de aquel día de Navidad. Porque para ella, momentos como esos y como los que después vinieron, y los que espera que vendrán, son Navidad. Son mi Navidad. Una vez delegada la responsabilidad de mi abrigo sobre mi prima. Yo, como tía dura forjada en el calor de la guerra –ah no, que eso es Xena-. Yo, como visionaria que me vuelvo cuando mi relación con mi amigo pasa a mayores, procedí a la búsqueda de piedras con las que calzar las ruedas para poder salir. Nadie me creyó. Pero reconocer que era un buen plan. Un plan que por falta de apoyo se vino abajo. Esta vez no hubo refuerzos. Me faltaban efectivos. Y sí, a mí tampoco me llamaba nadie. Entre otras cosas porque tenía el móvil apagado.
- S Lo que vino después estuvo acompañado por la lluvia que empezó a caer. Para que os hagáis una idea podéis imaginaros a las Spice Girls andando por un camino donde cada vez que das un paso te introduces en el barro hasta la rodilla. Y así de lejos. Así en la noche. Esas éramos nosotras. Hasta que acudieron a nuestro rescate. Wannabe.
Y sí, ese día no pude parar de sonreír. Y sí, cada vez que lo recuerdo lo vuelvo hacer. Y sí, volvería a ese momento. Y sí, ese día algo aprendí, que los caminos son para el verano… y para las bicicletas.
Basado en un hecho real.
Para las primas -no, no son un grupo de música- y para Sofía, porque quizá sea la única que guarda un mal recuerdo de aquel día. Va por ustedes.
Feliz Navidad
Capítulo III