Hoy he amanecido rodeada de trending topics que daban la bienvenida al señor Diciembre. A mí antes me molaba ese señor, lo admito. Lo nuestro fue un amor muy difícil, una relación de amor y odio en la que el frío de la calle y la calidez de las luces de Navidad eran la cara y la cruz de nuestra relación. Sí, Diciembre, tú antes molabas. Yo te quería. Y ahora ya no.
Caí en la trampa de irme contigo, Diciembre. Tú, tan refinado, tan elegante, tan festivo... Sabíamos que no funcionaría, que nunca me gustó el blanco en los pies -que se de por aludido/a el/la que convenga-, y que el rojo no me sienta bien, con mi aspecto aniñado y naïve.
Del verde ya ni hablamos. Si el escarlata me hace parecer una mujer que no soy, el verde me teletransporta directamente a mi infancia. No podría acompañarte, de ese modo: tendrías que elegir entre una femme fatale, que no soy en absoluto, o una duendecilla, ayudante de Santa, que dicen los yankees. Y con esto no quiero decir que yo no sea suficiente para ti. No. Es que tú no lo eres para mí.
Lo siento, Diciembre, pero
yo me he ido con Noviembre. Y ya que estamos sincerándonos, algo tuve también con Octubre. Sí, Diciembre, parece que entre Noviembre y yo hay chispa. Lo hemos pasado genial juntos. El es cálido, que no fogoso, como Agosto. Me hace sentir bella. Me deja mi espacio -que ya sabes que a mí me gusta pasar mucho tiempo sola-, y a la vez hace que cuando estoy con él, viva momentos inolvidables. No me aturde con canciones con campanitas, panderetas y botellas de anís El Mono desde primera hora de la mañana... porque dirás que tienes estilazo, pero casposillo también eres un rato, Diciembre.
Noviembre respeta el silencio del que me gusta disfrutar y me ofrece su sonrisa más resplandeciente a media tarde, justo cuando me gusta tomar el té. También me dice que mi color favorito -el naranja- es el que mejor me sienta. Después me aconseja que no sea tonta y que salga a hacer una de las cosas que más me gusta, salir con mi cámara a cazar el sol crepuscular, que justo destella en el horizonte con ese color tan cítrico, tan amargo y a la vez dulce.
Diciembre, no puedo darte más detalles sobre Noviembre. Ten en cuenta que nos conocemos desde hace poco tiempo. Él siempre ha estado ahí y yo nunca he sabido apreciarlo. Por eso creo que merece una oportunidad. En fin, tú ya tuviste la tuya y no supiste apreciarla. Te pudo el agasajo y la festividad, en lugar de cuidar los pequeños detalles cómplices de los que nos gustaba disfrutar en la intimidad.
Nunca podré olvidarte, Diciembre; pero mi corazón pertenece ya a Noviembre.
Caí en la trampa de irme contigo, Diciembre. Tú, tan refinado, tan elegante, tan festivo... Sabíamos que no funcionaría, que nunca me gustó el blanco en los pies -que se de por aludido/a el/la que convenga-, y que el rojo no me sienta bien, con mi aspecto aniñado y naïve.
Del verde ya ni hablamos. Si el escarlata me hace parecer una mujer que no soy, el verde me teletransporta directamente a mi infancia. No podría acompañarte, de ese modo: tendrías que elegir entre una femme fatale, que no soy en absoluto, o una duendecilla, ayudante de Santa, que dicen los yankees. Y con esto no quiero decir que yo no sea suficiente para ti. No. Es que tú no lo eres para mí.
Lo siento, Diciembre, pero
yo me he ido con Noviembre. Y ya que estamos sincerándonos, algo tuve también con Octubre. Sí, Diciembre, parece que entre Noviembre y yo hay chispa. Lo hemos pasado genial juntos. El es cálido, que no fogoso, como Agosto. Me hace sentir bella. Me deja mi espacio -que ya sabes que a mí me gusta pasar mucho tiempo sola-, y a la vez hace que cuando estoy con él, viva momentos inolvidables. No me aturde con canciones con campanitas, panderetas y botellas de anís El Mono desde primera hora de la mañana... porque dirás que tienes estilazo, pero casposillo también eres un rato, Diciembre.
Noviembre respeta el silencio del que me gusta disfrutar y me ofrece su sonrisa más resplandeciente a media tarde, justo cuando me gusta tomar el té. También me dice que mi color favorito -el naranja- es el que mejor me sienta. Después me aconseja que no sea tonta y que salga a hacer una de las cosas que más me gusta, salir con mi cámara a cazar el sol crepuscular, que justo destella en el horizonte con ese color tan cítrico, tan amargo y a la vez dulce.
Diciembre, no puedo darte más detalles sobre Noviembre. Ten en cuenta que nos conocemos desde hace poco tiempo. Él siempre ha estado ahí y yo nunca he sabido apreciarlo. Por eso creo que merece una oportunidad. En fin, tú ya tuviste la tuya y no supiste apreciarla. Te pudo el agasajo y la festividad, en lugar de cuidar los pequeños detalles cómplices de los que nos gustaba disfrutar en la intimidad.
Nunca podré olvidarte, Diciembre; pero mi corazón pertenece ya a Noviembre.
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